Hola belleza, después de verte sufrir tanto, no tuve más remedio que ocupar tu lugar. He ocupado el puesto que dejaste en el arte, en los hombres, en las mujeres, en el diseño, en la música, en los versos… Pero el efecto que causa mi presencia no es, ni por asomo, igualable a tu talento magnético e innato.
Para empezar, los artistas fruncían el ceño al visualizarme, pero lo peor no es eso, lo verdaderamente horrible, era soportar los comentarios de cuantas personas se acercaban a mí.
Más tarde, tanto hombres como mujeres, padecían una enfermedad horrible a la que llamaban depresión, todo a causa de la fealdad, según afirmaban.
El día que más me impresionó, fue cuando llegué al concierto que daba una agrupación musical de renombre, fue magia… la gente desapareció de sus asientos, dejando la sala tan espaciosa que podría posarse un helicóptero sin problemas.
En otro de mis momentos estelares, un poeta destruyó hasta 600 hojas de papel intentando deshacerse de mí.
Te lo suplico belleza, no me vuelvas a llamar para sustituirte, porque a pesar de tu sufrimiento porque te valoran de manera excesiva sin hacer nada, a mí me crucifican, me escupen, me pisotean, me arrugan, dedican incluso adjetivos con palabras llamativas, y lo hago todo, trato de ser lo más encantadora posible, pero es imposible hacer que mi fealdad iguale tu belleza…
Mi mensaje, trata de aclarar, que por mucho que queramos ver belleza donde hay fealdad, nunca cambiará nada, si nosotros no hacemos nada. Las cosas que nos agradan son las que perseguimos, en cambio, rechazamos todo lo que no nos congratule, cuando realmente todo tiene su por qué en la tierra. Aquí tenemos cabida todos y cada uno de nosotros. Acomplejamos a los demás por sus defectos, cuando es muy posible que nosotros mismos tengamos miles de fallos diferentes al otro.
Tratar de llegar a un punto intermedio, donde el sentido común sea lo más importante a la hora de tomar una decisión, es lo más sensato que podemos llegar hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario