A lo largo de la historia hemos visto, cómo nuestros científicos más laureados y afamados, conseguían superarse por sí solos en el sentido del progreso gracias a la sociedad del consumo. Al principio llegaron las máquinas de vapor, es decir, energía producida con agua, pero no terminaron de ser todo lo eficiente que requería una gran producción de algodón, por ejemplo. Después llegó la electricidad, después el petróleo y por último, la energía nuclear. Cuanto mayor progreso, más consumo y por tanto, la necesidad de buscar energías potentes y eficientes. El agua como energía de propulsión, ya es impensable, la electricidad, aún tiene mucho que decir. El petróleo; ya sabemos todo sobre el petróleo, es decir, buena explosión para ejercer una determinada fuerza y medianamente eficiente, contaminante y ruidosa. La energía nuclear, sirve para grandes centrales energéticas que sólo albergan la mayor gran parte de la producción energética de un país, pero sigue siendo peligrosa y sus residuos altamente contaminantes.
Vemos, cómo la evolución que ha trazado la energía en nuestra historia, no es para nada, una evolución basada en el sentido común, sino, en la locura por adquierir más poder, y más riquezas. El error del ser humano es que no han trabajado por el bien de la humanidad. En esta encrucijada, tenemos a nuestro gran amigo Nikola Tesla:
Nikola Tesla, será un personaje recordado por sus grandes inventos. Sobre todo porque en cualquier libro de historia de la ciencia te lo pone más en el lugar de un loco paranoico que como un gran científico, filósofo, inventor y librepensador. Es posible, que sus formas, le mataran:
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